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Prueba de amor

 Esther López
Por Esther López
“Suéltame, no quiero más. Respétame. Tú no piensa´ en tu hijo´”.

La expresión de dolor y exigencias es de una mujer víctima de un amor agresor. Una joven madre que apenas llegó al octavo grado.

Rosaura no deja de llorar y recurrir a apoyo negado de sus padres, que solo le reclaman: -“tú no quería ser mujer, váyase con su marío, que ya usted es grande”.

Ella no tiene de otra que a sus 15 años, con un hijo  a cuesta volver tras su verdugo, que le promete que cambiará.

Ramón tenía 17 años cuando la conoció en la escuela donde ambos estudiaban y le dijo lo mismo un día cuando en el recreo la tiró del brazo y la llevó a la mata de mango donde la besó por primera vez, y allí le reclamó una conversación que ella tuvo con Jhony, su mejor amigo, el día anterior.

-Fue mi culpa, pero yo te quiero.

-Dame la prueba de amor, entonces. –dijo por los celos.

-¿Cuál prueba de amor, cuál?.

-Tú sabes, no te haga. En tu casa o en la mía. Mi papá  y mi mamá se van y llegan en la noche.

-No, pero es que soy muy joven…

-Tú no me quieres – la interrumpió.

-No, yo te quiero, claro. ‘Ta bien. Mañana te aviso.

Al mes Rosaura tenía mareos. No vio su menstruación. En la escuela, todos estaban sospechando, y Ramón haciendo ojos bonitos a otras compañeritas.

-Estoy embarazada – le dijo asustada el viernes en el recreo.

-Eso no es mi problema. Es tu culpa por no cuidarte. Yo no sé de esa vaina.
-No me dejes con este muchacho; mi  mamá y mi papá me matan… Y no voy a sacármelo…

Rosaura a sus 15 años estaba embarazada. Su mamá lo descubrió, porque era obvio. Entonces se la entregaron a Ramoncito, como le decían sus padres.

Ramón la mudó a un cuartito. Ambos dejaron la escuela, y él se dedicó a “conchar” en una moto alquilada y tenía que pagar doscientos diarios al alquilador.

En la casa era un lío, ella apenas sabía hacer lo básico, el acostumbrado a que le hicieran todo. Los pleitos empezaron entre reclamos y arrepentimientos. Celos y controles que no les permitían velar por el pequeño Carlos que nació prematuro, bajo de peso y  enfermos sus  pulmones.

Al año ya se aburrían, una vez se fue a casa de su madre, pero otra vez volvió con su marido. A veces se culpaba porque sentía que ella era responsable de todo.

Lo último que hizo Rosaura fue dirigirse a la fiscalía más cercana. A Ramón le impusieron una orden. -Pero como mantengo al niño- se preguntó. En la tarde quitó la querella y volvió con su cónyuge, que esa misma noche la golpeó y la amenazó de muerte.

Una semana pasó y la joven pareja terminó en una larga discusión, porque Ramón ya no quería dar para la leche. Empezó a beber y a llegar tarde. La golpeaba y la insultaba por nada; pero luego la consolaba pidiendo mil perdones. Ella accedía.

El 20 de diciembre no fue lo mismo. A Rosaura y a su hijo de un año los encontraron muertos de varias puñaladas. Y su concubino colgado con un cable de corriente.

Hoy, doña Clemencia llora a su hija que ya no volverá.

Lo anterior es una narración ficticia; mas es una realidad que se vive en diferentes sectores sociales de nuestro país. Los embarazos a temprana edad, junto con la violencia que sufre alguna de esas adolescentes son situaciones que afectan a toda la ciudanía.

 En ocasiones, muchas de estas menores no reciben apoyo psicológico ni familiar. Porque sus padres se sienten decepcionados. ¿Pero de quién  o de quiénes es  la responsabilidad de la adolescente, del adolescente?.

Según la Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples (ENHOGAR 2009) La República Dominicana  ocupa el quinto lugar en embarazos de niñas y adolescentes entre los países de América Latina y el Caribe.

El estudio revela que en el país  un 22% de las adolescentes entre 15 y 19 años de edad ha estado embarazada, con índices más elevados en las provincias de Azua (36.9%) y Pedernales (35.1%).

Por otro lado están las infecciones que adquieren muchas de estas adolescentes y  según  el informe de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) del Estado de la Situación Mundial el 21 por ciento de las niñas dominicanas en edades entre los 15 y 19 han mostrado alguna infección de transmisión sexual.

De otro lado existen organismos que velan, y tratan de buscar solución a esta problemática, como Profamilia. Pero a veces es contradictorio cuando se hace campaña de orientación sobre sexualidad. Tal vez no debería verse el qué si no el cómo son llevadas a cabo esas campañas y reestructurarlas, pero no dejar de orientar.

Otra de las directrices que se manifiestan en esta narración, que es un retrato de una de tantas situaciones que se ven en nuestro país en la clase baja o alta: la violencia intrafamiliar, la cual también revela estadísticas alarmantes de casos de mujeres maltratadas, que ponen denuncias y la retiran (40%) por miedo, o por dependencia emocional o material como han sustentado expertos en el tema. Y tal vez una baja autoestima que no las deja crecer ni empoderase de su propia vida.

La ley 24-97, cataloga de violencia doméstica o intrafamiliar todo patrón de conducta mediante el empleo de fuerza física o violencia psicológica, verbal, intimidación o persecución, contra uno o varios miembros de la familia o contra cualquier persona que mantenga una relación de convivencia, contra el cónyuge, ex-cónyuge, conviviente o ex –conviviente o pareja consensual, o contra la persona con quien haya procreado un hijo o una hija para causarle daño físico o psicológico a su persona o daño a sus bienes…”.

Según un informe de la Procuraduría General de la República  el 2013  fue el año de la tasa más baja de feminicidios en el país, con un total de 74 muertes de mujeres en manos de su pareja o ex pareja.  No obstante, en el año 2012, el número de mujeres muertas por esta causa fue de 103 víctimas.

La  violencia contra la mujer ha sido objeto de debates y se ha llegado a concluir en estudios y opiniones de expertos en que la discriminación, la exclusión social, la competencia, la pobreza, entre otros factores sociales, psicológicos y económicos son  elementos que generan violencia.

Lo que  queda al final es que lo más importante es que la familia se una más; se reenfoquen los valores, más que en prohibir en orientar.


Que el caso de “Rosaura” sirva de ejemplo a muchas madres, para que eduquen a sus hijas e hijos. Que esos mismos hijos aprendan que todo tiene su tiempo, que todo acto trae una consecuencia.  Que la educación sea la piedra angular de los valores de cada familia dominicana.

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