Rolando Aquino Tejeda.
A diario vemos, en todos los escenarios que merodeamos, personas ejecutando acciones total y fácilmente catalogadas como indebidas, algunas de ellas son: desperdiciar agua, tirar basura en lugares indebidos, cruzar puentes peatonales por debajo - es decir, no usarlos- obstruir las aceras y las calles, fumar delante de personas que no lo hacen, manejar palabras o expresiones vulgares en presencia de personas que no tienen esa acción por costumbre, montar niños y niñas menores de edad en los asientos delanteros de los vehículos y otras.
La actual sequía que padece nuestro país y otras partes del mundo no escapan al contexto, pues es muy sabido cuáles son los males principales que provocan tan inminente amenaza a la vida del planeta. Pero mientras los aniquiladores de nuestro flora y fuentes acuíferas no reciban la sanción que amerita el caso, no darán a demostrar la educación que al respecto poseen.
Actúa como si no tuviera educación el llamado a aplicar la sanción, unas veces no sé por qué pero sí sé que a veces es por temor, conveniencia o protección. Si nos pusiéramos a pensar con toda la razón nos daríamos cuenta que lo que nos falta no es educación, sino una sanción.
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