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¡Sigue Adelante!

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Una de las batallas que más enfrentamos a diario son las que en nuestras mentes  se llevan a cabo, y es que no es extraño que mantengamos diariamente esa lucha entre lo “lógico” y lo “ilógico”.

Por ejemplo: Solemos creer que por ser cristianos hijos de Dios nada malo nos puede pasar y cuando lo malo aparece comenzamos a cuestionarnos en nuestra mente sobre el papel de Dios en nuestra vida.

Por ejemplo: Solemos creer que porque le servimos a Dios tenemos mayor crédito con Él y que todo lo bueno siempre nos va a pasar a nosotros, pero cuando nos vemos enfrente de lo que no teníamos planeado y eso nos roba la paz comenzamos a preguntarnos del por qué Dios lo permite, cómo que si tuviéramos un saldo disponible en donde Dios tiene que velar si o si para que todo siempre bueno.

Hay que ser sinceros, todos batallamos en nuestra mente sobre lo que “tendría” que ser, contra lo que en realidad es. Yo mismo me he visto en batallas mentales tratando de entender del por qué Dios permite ciertas cosas en mi vida. En ocasiones he llegado a creer que porque le he servido desde muy joven siempre todo tiene que ser bueno para mí y cuando lo malo ha llegado he cuestionado en mi mente a Dios en el sentido del por qué permitió esto o aquello que no es de mi agrado, cómo que si yo tuviera que tener un trato especial de Dios a comparación de todos los demás.

Lo lógico en la “cultura” cristiana es creer que siempre todo nos va salir bien, pero la realidad practica me dicta que no siempre todo es bueno, que hay etapas en donde nos toca poner a prueba nuestra fe, en donde nos toca pasar por situaciones incomodas que trataran de robarnos la confianza en Dios, en donde lo único que veremos son problemas tras problemas, pero con la diferencia de que aun en medio de los más difíciles problemas Dios estará acompañándonos.

Seria mentiroso al decir que me gozo en mis problemas, la verdad no, es más a veces quisiera que desaparecieran de un momento a otro, pero por más que quisiera que desaparecieran todos esos problemas son necesarios para poner a prueba de mi fe y hacerme crecer espiritualmente. Y es que es solo a través de los problemas cuando más crecimiento obtengo, es solo a través de las experiencias difíciles en donde conozco más de cerca a Dios. Alguien seguramente se hará la pregunta: “¿Y porque tengo que pasar por eso que tanto dolor me causa?”, yo me limitaría a decir: “Es parte del proceso de la vida de todo ser humano”. Y es que al venir al mundo todos traemos las mismas probabilidades de pasar por situaciones muy pero muy difíciles como enfermedades, accidentes y obviamente la muerte. Son cosas que no podemos evitar y que pueden ocurrir en cualquier momento seas o no cristiano, pero lo que si podemos evitar es la muerte eterna y esto lo logramos a través de Jesús entregándole nuestra vida y viviendo para Él.

Quizá los últimos días has estado batallando en tu mente tratando de entender el por qué de cada cosa que te ha pasado últimamente, quizá te has visto en algún momento cuestionando el actuar de Dios en tu vida y hasta cierto punto reclamando favores que crees merecer y no estás recibiendo. A ti te digo hoy: “En medio de las más duras de tus batallas, ¡Sigue adelante!”.

¡Sigue adelante! Porque Dios para ti lo es todo, porque en ningún otro encontraste la paz que Dios te ha dado durante mucho tiempo, porque todo lo que tienes se lo debes a Él y hay mucho más por agradecer que por quejarte y reclamar.

¡Sigue adelante! Porque un día prometiste nunca dejarlo y siempre seguirlo, rendiste tu vida a Él y prometiste lealtad eterna.

¡Sigue adelante! Porque esa batalla que hoy libras solo será la plataforma para que llegues más lejos a conquistar aquello que aun no has conquistado, porque si Dios te ha llevado por ese camino es que está trabajando en ti y cuando termine de trabajar tú serás un instrumento todavía más útil en sus manos.

¡Sigue adelante! Porque sin Dios no somos nada, pero con Él sí que somos más que vencedores.

¿Sabes una cosa?, te entiendo, sé lo que difícil que es pasar por lo que a lo mejor estás pasando, sé la impotencia que se siente frente a muchos de los problemas que enfrentamos, pero aun y con todo eso te puedo dar fe que Dios nunca nos abandona, que Él siempre tiene la última palabra y hasta este día, Dios nunca me ha defraudado y estoy seguro que no lo hará, ni con tu vida, ni con la mía, porque somos hijos de un mismo Padre y nuestro Padre Celestial siempre tiene cuidado de sus hijos, por lo tanto:


¡Sigue Adelante!

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