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El cambio que abre las puertas a una dimensión desconocida



Por: Daniel Ivoskus

La de Sergio Massa era una batalla perdida casi de antemano. No hay análisis posible sin tener en claro que el ciclo de Alberto Fernández concluye con un 80 por ciento de desaprobación, peleando en ese ranking por alcanzar un “trofeo” para nada deseable: el de constituirse como el presidente peor rankeado de la historia democrática reciente.


Era prácticamente imposible que el contexto social orientado al cambio, cimentado desde la bronca y la frustración, no acabe imponiéndose sobre una campaña construida mayormente desde el miedo y la incertidumbre supuestamente provocada por la llegada al poder de Javier Milei. 


Ese encuadre del temor se fue desgastando durante la segunda parte de la campaña, justo cuando la inflación empezó a golpear los bolsillos de los argentinos como pocas veces en la historia. El pretendido miedo a Milei se desinfló de la mano de los indicadores económicos de un gobierno desorientado y carente de todo tipo de liderazgo. 


En ese contexto tan oscuro, sin embargo, Massa hizo todo lo que tenía que hacer hasta el último minuto. Aun cuando la campaña libertaria se las rebuscó, en forma perspicaz, para linkear en forma sistemática a Massa con el kirchnerismo, en un contexto altamente anti k. Un kirchnerismo que representó para las aspiraciones de Massa un piso alto de votantes, pero que también se tradujo en un techo bajo a la hora de pelear el balotaje.     


No hay dudas, asimismo, que la presencia de Mauricio Macri le aportó a Milei sensación de gobernabilidad, equilibrio emocional y también seniority presidencial, concitando el apoyo de referentes mundiales de peso. La ganancia para el León, en este aspecto, fue total. 


Por eso, un posible error de la campaña de Massa fue el de correr todos los reflectores para iluminar justamente la presencia de Macri en el armado opositor, subiéndolo al ring de manera innecesaria. Patricia Bullrich también materializó un aporte en otro aspecto que generaba dudas: gestionar la seguridad.  


Otro de los cambios significativos en la campaña de Milei fue la reducción de voceros autorizados, cuestión que antes de la primera vuelta le generó muchísimos dolores de cabeza. En esta última etapa, el propio candidato centralizó las apariciones mediáticas y eligió sus entrevistas con precisión de cirujano. De ese modo, logró permanecer en forma constante en la conversación pública y marcar agenda con sus propios temas.

 

Así, la campaña se tornó ultra personalista y eso constituyó una enorme ganancia para Milei, que también entendió que ya era hora de “apagar” la motosierra, de aclarar los dichos sobre el Papa y de ser taxativo en materia de continuidad de subsidios. Propender, en el marco de lo posible, a la moderación.


Milei, además, supo capitalizar el fracaso de la política. Más allá de representar un posible salto a lo desconocido, logró imponer otro encuadre convocando a la memoria urgente del pueblo argentino en relación a dos naufragios gubernamentales situados a ambos lados de la grieta: el de Alberto Fernández y el propio Mauricio Macri.

 

¿Más aciertos? Uno de los segmentos más refractarios al voto del León había sido el de las mujeres. Hubo corrección también allí: durante el lapso de tiempo que separó la primera vuelta del balotaje se tornó sumamente normal observar a Milei rodeado de mujeres con roles fuertes dentro de su equipo. Desde su hermana Karina hasta Carolina Píparo, pasando por Diana Mondino, Marcela Pagano, y su pareja Fátima Flórez.


Los vicepresidentes también fueron parte relevante de la contienda, pero en forma contrapuesta: Victoria Villarruel sumó y Agustín Rossi, miembro del gabinete de Alberto Fernández, restó.


En lo estrictamente atinente al proceso electoral, la alta participación del padrón (cercana al 79 por ciento pese al fin de semana largo) favoreció al libertario, del mismo modo que en 2015 había favorecido a Mauricio Macri en su triunfo ante Daniel Scioli. El voto en blanco, militado desde algunos sectores, finalmente fue insignificante.


Otras conclusiones en materia electoral: el sistema de votación argentino volvió a mostrarse sólido y confiable, sin posibilidad alguna de fraude. Para analizar: los resultados de las elecciones provinciales que fueron sucediéndose a lo largo de todo el calendario electoral ratifican que la mayoría de ellas no guardaron relación alguna con la contienda presidencial. La sociedad elige diferenciando ambos ámbitos.  


En conclusión, Milei usufructuó los “beneficios” de la grieta y activó (y capitalizó) el voto en contra del sistema: ese tipo de sufragio resultó, en la composición de su cosecha de voluntades, ampliamente superador del voto favorable. Con la enorme mayoría de sus votantes lo conectó más el rechazo a todo lo conocido que la esperanza y el amor en su propuesta.

 

En esa lógica, de todos modos, el mérito fue lograr que prevalezca una narrativa muchísimo más asociada a las dificultades del presente que a las expectativas de futuro.


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