Como ya es mi costumbre en visitas a ultramar me involucro en degustar los platos del país que me recibe, pero para mis compañeros era prioritario conseguir comida dominicana lejos de la patria chica y para complacerles nos adentramos por las calzadas algo destartaladas de la vía España hasta llegar a una especie de –FONDA- que llevaba por nombre “Mi rinconcito dominicano”.
En la parte frontal del negocio, que es propiedad de un ciudadano turco o de otra nacionalidad que ahora bien no recuerdo, se encontraba una inmigrante dominicana de pechos abundantes, tez oscura y ojos semejantes a un archipiélago, la cual ofrecía al público unas piezas de pollo que ya previamente habían recibido el proceso de cocción en una parrilla.
La vimos con la avidez y alegría que se observa a un compatriota con el que se coincide lejos de nuestra amada quisqueya y le hicimos saber que éramos connacionales y acto seguido penetramos al interior del –RINCONCITO DOMINICANO-Un moreno alto , de ojos saltones, voz nostálgica y tono sonrisa contagiosa vino a nuestro encuentro y el resto de los integrantes de mi comitiva no podían ocultar su alegría por encontrarse ante otro compatriota y poder disfrutar de los manjares nacionales en otro extremo del planeta llamado Panamá.
-Pidan por esa boca y despreocúpense por el pago, que aquí ustedes no van a caer presos- dijo el moreno, del cual luego supimos que era oriundo de San Pedro de Macorís y que se encontraba allí de pasada hasta tanto pudiera lograr su meta de pasar a Estados Unidos usando para ello las facilidades de los terrenos centroamericanos.
Para alimentar la nostalgia de mis compañeros por toda la cultura y tradición que habíamos dejado en casa, aquel anfitrión que sentíamos parte nuestra, corrió tras el mostrador y acto seguido el destartalado equipo de amplificación proyectó por sus bocinas un compendio de bachatas algo añejas y clásicas, en voces de exponentes que ya no necesariamente están pegados, pero que en tierras panameñas eran una delicia auditiva y una conexión directa con nuestras raíces.
Las muchachas y el otro varón que me complementaba en la comitiva se sentían en sus aguas y felices en aquel –RINCONCITO DOMINICANO- y al pedir fritos verdes con plátanos como menú y una cerveza presidente para transportarse mentalmente a casa, se encontraron con la noticia de que allí los fritos verdes debían ser pedidos como PATACONES, lo cual les hizo caer en cuenta de por qué el merenguero Johnny Ventura grabó un tema que se intitulaba Patacón Pisao, en una demostración suya de que había viajado constantemente a playas extranjeras.
Mientras los buses se desplazaban en rauda marcha por la vía España, vimos salir de un pequeño cuarto al moreno petromacorisano que para mi comitiva era una especie de Dios Salvador, llevaba consigo una mano de plátanos, la que hizo casi salir de sus órbitas los ojos de mis paisanos, en señal de alegría por el suculento menú a degustar en breve.
Entre bachata y bachata escuchadas con la intensidad que se degustan los labios del ser amado en plena luna de miel, los futuros comensales esperaron la llegada del Morenazo compatriota nuestro, quien al cabo de unos treinta minutos llegó a la mesa que ocupábamos, trayendo consigo los manjares o patacones acompañados de pollo horneado, que en fracción de minutos fueron devorados por los integrantes de nuestro equipo.
La cerveza presidente no apareció y debimos conformarnos con observar -dos pequeñitas- que a modo de exhibición se encontraban en el mostrador, mientras el moreno sonriente volvió con un muslo de pollo ante el aparente interés de los compañeros de comer algo más.
La luna se besaba con el cielo en el firmamento panameño cuando el dominicano que antes dijo no preocuparse por el pago, trajo la cuenta en dólares a pagar por el antojo de mis muchachos, en ese instante ninguno calculó que era casi diez veces más caro que lo que costaría en suelo patrio y salimos del RINCONCITO DOMINICANO, contentos por encontrar el menú nuestro en la tierra de Torrijos.
Ya en el hotel Europa nos dejamos acariciar en los brazos de morfeo, cada cual en su respectiva habitación y bastó la exploración de otras opciones culinarias y la comparación de otros menúes dominicanos, para que la comitiva se diera cuenta de que el moreno petromacorisano les había cobrado hasta la respiración y que su solidaridad aparente había sido una vivacidad para secar sus bolsillos con la inclemencia que no se supone en un compatriota que encuentras lejos del terruño de Duarte, Mella, Sánchez y Luperón.
Ya aprendida la lección, el grupo decidió acompañarme caída la tarde a degustar- un pío pío- y se dejaron guiar por mi moderada experiencia en seleccionar manjares para degustar, entendiendo que la magia está en disfrutar los platos propios de la nación que visitemos, pues siempre de vuelta a casa podemos comer con avidez todos los alimentos que a veces pasamos por alto cuando estamos en nuestra patria, pero que extrañamos tanto al desembarcar en playas extranjeras.
Podría contarles que al regreso a Dominicana, los integrantes del segundo congreso internacional EPC se fajaron cual boxeadores con el arroz, la yuca, plátanos, auyamas, mollejitas y otras suculencias culinarias del dominicano común, pero quiero dejarlo a su imaginación para que les pregunten a Chico Marte, Eliana, Angela y a los demás, qué les pareció el rinconcito dominicano en Vía España de Panamá? Y por favor, me cuentan por lo bajo, qué les dijeron.
EPCDIGITAL
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Que interesante conocer un poco de sus experiencias en Panamá
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